Gajes del oficio
Pamela Cordero
“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.”
Rosa Luxemburgo
Para la activista política, Olive Schreiner, predecesora de la primera ola del feminismo, no hay nada natural entre la división de labores en los géneros. Pareciera que la lectura histórica sobre la división del trabajo que ha sobresalido del resto, es aquella que enuncia que existen labores propias de los hombres y las mujeres. La aportación de Schreiner resulta fundamental porque remueve estas creencias que a lo largo del tiempo hemos juzgado certeras. No hay, y en esto hay que insistir, actividades exclusivas del género. Y aún con ello, la división del trabajo en los géneros, en un pasado remoto (salvajismo, barbarie, familia sindiásmica) habría sido equitativo, valorado y distribuido en circunstancias semejantes.
A causa del surgimiento del capitalismo, la subordinación política y económica del género femenino por parte del masculino se tornó crítica, por un lado, las labores domésticas y de gestión del hogar a las que generalmente se consagraban las mujeres y que en tiempos anteriores eran apreciadas, perdieron valor por la sencilla explicación de que no generaban ganancias; por tanto, productivo era solo y con frecuencia el trabajo del varón, por obtener dinero. Y por otro lado, a las mujeres que incursionaban en el campo del trabajo remunerado (como consecuencia de las guerras mundiales, entre otros motivos) no se les pagaba lo mismo que a los hombres. Estos dos terribles escenarios han perdurado hasta nuestros días, todavía hay personas que consideran las labores del hogar como responsabilidad de las mujeres y en ese sentido, no remunerables. Pero también, la injusticia de la brecha salarial entre los géneros sigue aquí, en nuestro contexto y país.
Así, precarización laboral y brecha salarial de género son dos conceptos claves para nuestra artista, su obra es una valiente e impetuosa invitación a que pensemos cómo se ha estructurado nuestra cotidianidad y cómo han sido absurdamente normalizados ciertos roles. Pamela Cordero se dio a la tarea de profundizar en estas problemáticas desde la estadística y desde el ámbito humano. A través de números y testimonios desalentadores nos obliga a notar en su obra, de frente, que la realidad sigue siendo opresiva para las mujeres.
Caminemos entonces, la ruta que nos ha trazado la artista, aunque hay que advertir al público que no basta la contemplación de la obra, es urgente pensar y también intervenir con las manos que hacen.
En suma, el día que comprendamos que ser o no feminista no es una opinión que se sostenga, sino un humanismo que busca equidad entre hombres y mujeres, quizá, solo quizá, podremos mejorar nuestra condición en el mundo. Pamela Cordero lo tiene muy claro, su luminosa sororidad y admirable sensibilidad ofrecen aquello que no se muestra con frecuencia: esperanza y aires de cambio.
Anaid Sabugal