Juan Carlos Castillo
Dice Juan Carlos Castillo que todas sus obras son él mismo; podemos concluir que todos sus retratos son autorretratos.
Junto con los autorretratos, el artista construye una red de símbolos que escurren sobre los rostros. Esta aparente saturación se esfuma a través de la escasez intencional en la gama de colores y porque las miradas de las imágenes apuntan también a un vacío: la nada. Esta nada, Nada con mayúscula, este vacío, sólo parece colmarse con el entrecruzamiento de miradas, del espectador al cuadro y viceversa.
Pero este desdoblamiento se alarga con cada protagonista. Cada una de sus obras, inquieren lo mismo: “¿quiénes somos?” “¿quién soy?”. Y la identidad del propio Juan Carlos se construye precisamente en este deslizamiento de miradas. Juan Carlos se confronta con el otro, “los otros”, y lejos de constituir un peligro para su identidad, una amenaza para el “yo” del artista, estas otras son quienes lo conforman.
Paradójicamente el artista, el creador, dios menor, acaba siendo la criatura de sus propias modelos. Montaigne dijo: “Hay tanta diferencia entre nosotros y nosotros mismos, como entre nosotros y el otro”. Juan Carlos Castillo retoma la frase y la libera: soy igual a mí mismo, idéntico a la otra, al otro. Y podemos llevar este juego al extremo de obligarnos a buscar nuestro reflejo en cada una de sus piezas, en “ser” cada una de ellas, en intentar construir, a través de la mirada, nuestra propia identidad.
Maribel Vázquez
Contacto: juancarloscastilloarte.net