Peña: la atemporalidad de Zarco y la presidencia mexicana
Colectivo Garro
Un hombre que gobierna a una nación entera ha de emplear su tiempo leyendo, ¡qué desatino!
Francisco Zarco
Hablar de democracia en México resulta un tema sumamente complejo, desde nuestra independencia se vivió un siglo de guerra, sin unificación de pensamiento lo que llevo a nuestra nación a un estancamiento en todos los aspectos y quizás uno de los mayores ejemplos resulta el año de 1855, donde hubo hasta cuatro presidentes. En aquel año se había triunfado en la revolución de Ayutla para terminar la dictadura de Antonio López de Santana, que de todos modos el sistema continuaba dividido entre liberales y conservadores llevándonos a un vacío del poder.
El primero de los presidentes de ese año fue Martín Carrera, quién sólo fungió en calidad de interino del 15 de agosto al 12 de septiembre, renunciando al no poder conciliar a liberales y conservadores. Continuo en el gobierno Rómulo Díaz de la Vega, quién asumió el poder al ser jefe militar, gobernó del 12 de septiembre al 3 de octubre. Al existir una crisis de pensamiento los liberales mudaron la presidencia a la ciudad de Cuernavaca en el estado de Morelos, nombrando como mandatario a Juan Nepomuceno Álvarez, quien gobernó del 4 de octubre al 11 de diciembre. Después de todo el ajetreo y juego de poder, llegó un momento de paz con la instauración de Ignacio Comonfort, gobierno donde se instituyó la constitución de 1857.
Pareciera que todo este pasado histórico no tiene nada que ver con la actualidad, sin embargo, nuestro presente resulta sumamente familiar. Al analizar un poco la situación, el presidente Enrique Peña Nieto no es más que una pieza del juego de poder entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN). Donde el primero logró recuperar el poder después de 12 años de gobierno panista; para lograrlo usó a uno de sus grandes, Televisa. Así utilizando las viejas estrategias como la compra de votos, promesas sin sentido y un gran aparato mercadológico, el PRI recuperó el poder.
Sin embargo, la apuesta por Peña Nieto le ha salido más cara de lo imaginado, ya que ahora es el presidente más antipopular de la historia, contando con alrededor del 30 por ciento de la aprobación de los ciudadanos. Los errores del presidente son tantos que resulta complicado enumerarlos todos: la Casa Blanca, la devaluación del peso y los 43 desaparecidos, resultan sólo los más importantes. Mas debemos hacernos esta pregunta ¿Es realmente culpa de Peña o de quien lo puso en la silla?
Si uno examina su forma de hablar, lo poco letrado y el hecho de que haya plagiado parte de su tesis universitaria, nos damos cuenta de que este señor no estaba capacitado para ser presidente, sólo significó un títere de PRI para llegar al poder, al igual que Martín Carrera, Rómulo Díaz de la Vega y Juan Nepomuceno Álvarez.
En los últimos cuatro años, nos topamos con el circo, maroma y teatro que es hoy la presidencia. Encopetados, actrices y militares se han formado para crear lo que hoy es la autoridad máxima; los entes televisivos y los llamados mass-média han invadido la cámara presidencial. Si bien la política ya no se forma de la trilogía Estado-Iglesia-Milicia, se ha substituido el opio religioso por la droga mediática.
El último sexenio ha sido una sátira mal dirigida donde hoy el Sr. Presidente es parte del top trending de la burla mexicana. El equipo presidencial ha sabido canalizar el odio hacia la cabecilla nacional, transformándolo en una pantalla de humo que les permite aprovecharse de la mediocridad del sistema, y de paso, continuar la tradición sexenal de llenarse los bolsillos.
Con el paso del tiempo, el sistema presidencial-gobernativo mexicano va de mal en peor hasta convertirse en inestable, desorganizado y corrupto. Que se aprovecha de la ignorancia de la ciudadanía el gobierno presidencial disfraza el problema central, utilizando a nuestro querido presidente para dar sus discursos presidenciales siguiendo con sus promesas falsas y verse guapo y elegante frente a la cámara.
Algo que se debe considerar fuera de la presidencia, es el pueblo al que supuestamente gobierna ¿No somos nosotros quienes concedemos el privilegio de un presidente? Recordando a Robert Greene en Las 48 leyes del poder: “es peligroso que las personas se den cuenta de quienes realmente tiene el poder” Sin embargo, el pueblo mexicano siempre ha tenido al presidente adecuado: un regente oligárquico para una población doblegada. El sudor y trabajo idílico de todo ciudadano es la maquinaria pesada que sostiene al país ¿En dónde termina la política y comienza la industria que explota su propio aparato?
En México el tiempo no remedia nada, ni al sistema gubernamental que existe. Desde hace ya un tiempo, la democracia no ha funcionado como estaba programada. Pese a que como ciudadanos realmente hay cosas que no podemos comprobar, hay secretos a voces, lo que debería motivarnos, en realidad no, nada pasa para solucionarlo. A fin de cuentas, el gobierno es un plato del que sólo se sirven algunas personas por conveniencia propia.
Si Francisco Zarco –periodista liberal, fuerte crítico de la presidencia mexicana- reviviese en este instante, fuera de la saturación digital que sufriría, más el impacto psicológico que le daría al ver el mundo moderno; probablemente moriría de nuevo. Ya fuese por la risa que causa el teatro montado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, o bien, de vergüenza, al darse cuenta de cómo los principios presidenciales no han cambiado en absoluto –si es que los hubo alguna vez.
El Colectivo Garro está compuesto por María, Erika, Itzel, Montserrat, Luis Fernando,
Julio César, Alejandra, Isabel, Sofía & Alexia.